Con el título no queremos decir que antes no existiesen problemas de digestión lenta, pero sí que se ha convertido en una de las principales molestias en términos de salud. El estilo de vida que llevamos, la necesidad de inmediatez y el estrés no son buenas compañeras de nuestro tránsito intestinal.
Es importante detectar sus síntomas y ponerles solución, ya sea cambiando la dieta o modificando ciertos hábitos diarios que pueden favorecer la persistencia del problema. Además del consumo de agua, debemos asegurarnos de que nuestro organismo recibe los elementos que necesita. No podemos olvidarnos de que, si no nos cuidamos a nosotros mismos, nadie lo hará. Así que veamos cuándo hay más probabilidades de que se dé una digestión lenta y qué conlleva exactamente para poder solucionarla.
¿En qué consiste una digestión lenta?
También conocida como dispepsia, la digestión lenta es un proceso en el que la digestión de los alimentos que ingerimos ocurre de manera más lenta de lo normal. Puede deberse a multitud de factores que veremos más adelante, pero sin duda el ritmo de vida que llevamos en la actualidad es uno de los principales causantes de este problema.
Sin embargo, la digestión lenta también puede estar asociada a otras enfermedades, como a trastornos gastrointestinales, al síndrome del intestino irritable o a la enfermedad de reflujo gastroesofágico. Que tengamos una digestión lenta puntual es un problema grave; habría que tratarlo pero el cuerpo finalmente volvería a su digestión habitual. Sin embargo, si el problema persiste o se agrava es muy importante acudir al médico para que este determine cuál es el origen del problema y prescriba un tratamiento adecuado.
Síntomas
Es posible que la digestión lenta sea un poco compleja de identificar porque suele pasar para la mayoría de personas como un ligero dolor de barriga o una molestia puntual que no levanta alarmas. De ahí que sea tan importante saber algunos de los síntomas más comunes. El primero que queremos destacar es la pesadez postprandial, caracterizada por el retraso en el vaciamiento gástrico.
Si los alimentos permanecen en el estómago más tiempo del que deberían pueden provocar en nuestro organismo un exceso de secreción ácida, más conocido como ardor estomacal. Esta causa provoca a su vez alteraciones en la flora bacteriana intestinal, importantísima para muchas funciones de todo nuestro organismo. Que la flora se altere favorece la acumulación de aire en el abdomen, lo que resulta en una sensación de distensión abdominal. Por eso se suele experimentar una falta de apetito, porque tenemos la sensación de estar ‘llenos’ incluso después de horas sin comer. Otros síntomas de la digestión lenta incluyen:
- Molestias estomacales (dolor, hinchazón o ardor).
- Reflujo ácido (cuando el contenido estomacal regresa al esófago) que causa irritación y sensación de ardor.
- Náuseas o ganas de vomitar.
- Problemas de estreñimiento o diarrea.
- Acumulación de gases en el tracto digestivo.
Este problema es más común de lo que parece a simple vista. De hecho, alrededor del 50% de la población padece alguno de los síntomas que acabamos de comentar. Sin embargo, hay veces en las que estos signos pueden no ser tan malos como pensamos. Todo depende del tipo de digestión lenta que se esté dando.
Y es que existen 2 tipos:
- La digestión lenta no saludable: Se produce por el consumo en exceso de alimentos bajos en calidad nutritiva y su mala masticación. Este tipo de digestión puede causar daños en el estómago, generar fatiga general en el cuerpo y, a largo plazo, derivar en enfermedades más graves y más complejas de solucionar.
- La digestión lenta saludable: Ocurre cuando se consume una dieta equilibrada. En este caso los alimentos que se ingieren tardan más en ser digeridos porque contienen más fibra. De esta forma mantenemos una sensación de saciedad durante más tiempo pero sin que afecte a nuestra flora ni desencadene ningún síntoma negativo. Esta forma de digestión lenta es saludable porque la sensación de saciedad que proporcionan ciertos alimentos puede ayudar a reducir la ingesta calórica.
No todos los alimentos se digieren a la misma velocidad, por lo que si queremos crear una dieta de digestión lenta saludable deberemos consultar a un profesional para que pueda asignarnos una dieta equilibrada.
Causas
Al igual que los síntomas, las causas de la digestión lenta también son variadas, pero están sobre todo ligadas al tipo de alimentación y a la forma de ingerir la comida. Al final, cualquier actividad o costumbre que tenemos respecto a nuestra salud puede influir en la digestión, así que es importante saber qué puede causar este proceso:
- Dieta inadecuada. Es una de las principales causas, sobre todo en el mundo en el que nos movemos, donde se consume en exceso comida rápida y alimentos procesados. Todos ellos son ricos en grasas saturadas, azúcares, aditivos y sal, cosa que puede ser muy perjudicial para nuestra digestión. Los alimentos picantes, fritos y rebozados, así como el exceso de bebidas carbonatadas, de cafeína y de alcohol pueden contribuir a una digestión más lenta. Recordamos que una comida copiosa, como pueden ser las que se realizan en festividades (como en Navidad), también pueden desencadenar este problema. Es recomendable reducir el consumo hasta quedarse sin hambre pero no empachado.
- Realizar actividades físicas intensas inmediatamente después de comer puede afectar a la digestión. El organismo requiere de flujo sanguíneo para procesar los alimentos y el ejercicio intenso puede desviar parte de este flujo hacia los músculos. De esta forma el proceso digestivo pierde ‘potencia’ y no consigue realizar su misión correctamente.
- El estreñimiento dificulta el movimiento regular de los alimentos a través del tracto digestivo, mientras que la diarrea puede acelerar el tránsito intestinal, pero reducir la absorción adecuada de nutrientes.
- El estrés y la falta de ejercicio son otro de los factores. El primero puede alterar las funciones digestivas normales, mientras que el segundo puede afectar la motilidad intestinal y al metabolismo en general.
- La edad y ciertas situaciones como el embarazo o el consumo de algunos medicamentos pueden crear problemas a la hora de digerir la comida. Es muy importante tener en cuenta todos los factores a la hora de buscar la causa del problema porque el tratamiento será mucho más específico.
La forma de masticar importa
Puede que parezca poco importante o quizá ni siquiera se le preste atención, pero a la hora de la digestión la forma de masticar puede ahorrarnos algún que otro problema. Debemos tener en cuenta que masticar adecuadamente los alimentos descompone las moléculas en fragmentos más pequeños para que el cuerpo las absorba mejor y fácilmente.
Sin embargo, cuando comemos muy rápido y no masticamos bien la comida hacemos que aumente la secreción de insulina, lo que puede resultar en una sensación de somnolencia. Esto se debe a que el cuerpo humano tiene la capacidad de distribuir la energía de manera eficiente para realizar todas sus funciones. Al final, lo que estamos haciendo es obligar al organismo a trabajar más para digerir lo que hemos ingerido, cosa que a su vez lleva a una sobreproducción de jugos gástricos. Todo ello puede causarnos varios problemas, como dificultad para concentrarse, somnolencia e incluso dolor abdominal y acidez estomacal (en casos graves).
De ahí que recomendamos analizar la forma en la que masticamos y, si vemos que comemos muy rápido, intentar masticar al menos 20 veces por bocado (según los nutricionistas). Así ayudaremos a nuestro cuerpo a digerir sin gastar mucha energía y evitaremos posibles molestias digestivas.
¿Cómo mejorar la digestión lenta?
El primer paso para solucionar la digestión lenta implica realizar, en base a lo que hemos comentado arriba, cambios en la dieta y en la forma de ingerir alimentos. Si aplicamos lo aprendido podremos saber si los problemas que tenemos son, definitivamente, por una alimentación inadecuada o por prácticas incorrectas. De igual forma acabaremos sabiendo si existe algún problema mayor que esté contribuyendo a la indigestión y las molestias gástricas frecuentes.
Para ello es crucial seleccionar cuidadosamente los alimentos que consumimos y la forma en la que lo hacemos. Somos conscientes de que el ritmo de vida y los horarios pueden jugarnos en nuestra contra. En períodos de mucho trabajo o de entregas de proyectos es normal contar con menos tiempo para comer, pero debemos darnos, por nuestro propio bien, un tiempo asignado a las comidas.
El tiempo perfecto para analizar nuestros patrones es 1 mes. Durante este tiempo se deberá suspender la ingesta en exceso de alimentos ricos en grasas, fritos, procesados o azucarados. Lo mismo ocurrirá con la comida chatarra, las frituras y los dulces. Para contrarrestar la digestión lenta podemos también seguir estas prácticas saludables:
- Realizar ejercicio físico con frecuencia. No tiene por qué ser un esfuerzo intenso, lo importante es moverse. Ayudará notablemente a mejorar la digestión, el tránsito intestinal y la salud gástrica.
- No comer de forma apresurada o bajo estrés.
- Evitar el tabaco (dificulta la digestión).
- Ingerir la suficiente cantidad de agua. Así ayudamos a nuestro estómago a digerir mejor los alimentos.
Este último punto es mucho más importante de lo que podamos pensar. La ingesta de agua no es solo vital para seguir con vida, sino que facilita la descomposición de los alimentos al ayudar a reducirlos en partículas más pequeñas. De esta forma ayudamos a procesarlos en el sistema digestivo.
También actúa como medio de transporte para los nutrientes digeridos a lo largo del tracto gastrointestinal, asegurando una absorción eficiente en el intestino delgado y su distribución a las células del cuerpo. Ayuda a la buena gestión de la regularidad intestinal y mejora la función gástrica, crucial para una adecuada descomposición de los alimentos y una digestión eficiente.
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